Este fue a verlo de noche y le dijo: <<Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, pues nadie puede realizar las señales que tú estás realizando si Dios no está con él>>.
Comienza la narración. El pronombre éste resume los datos contenidos en el versículo anterior: Nicodemo, fariseo y miembro del Gran Consejo (7,50), hombre de Ley y de gobierno. Impresionado por la actuación de Jesús, quiere manifestarle que él y otros como él están de su parte. Sin embargo, Nicodemo va a verlo de noche, circunstancia que está en relación con <<la tiniebla>> (1,5). La noche significa la resistencia a dejarse iluminar por Jesús, la luz, por causa de una ideología que se opone al amor de Dios por el hombre. El entusiasmo que Jesús no ha aceptado (2,24s), el mundo de la Ley que representa Nicodemo, son tiniebla, es decir, enemigos de la vida contenida en el proyecto divino sobre el hombre (1,4). Con esa disposición, Nicodemo se acerca a Jesús, la luz.
Se dirige a Jesús con el título honorífico, Rabbí (Excelencia), usado comúnmente con los letrados o doctores de la Ley. Habla en plural, en nombre de un grupo (sabemos), y expone la persuasión a que han llegado: que has venido de parte de Dios como maestro. El fariseo, adicto ferviente de la Ley, ve en Jesús a un maestro excepcional. Maestro, según el uso judío, era aquel que, a partir de la Ley, mostraba el camino de Dios. Precisamente la escuela farisea veía en el Mesías un maestro y legislador como Moisés, <<el maestro de Israel>>. Reconoce la superioridad de Jesús, no lo trata como mero colega (cf. 3,10), pero con la denominación <<maestro>> lo coloca en una categoría a la que ellos pertenecen: es el Mesías-maestro avalado por Dios para interpretar la Ley y a su servicio. En esas condiciones están dispuestos a aprender de él y seguir su enseñanza.
De parte de Dios está colocado enfáticamente, y añade la razón: pues nadie puede realizar las señales que tú estás realizando si Dios no está con él. Las autoridades del templo, en vez de aceptar la denuncia de Jesús, le habían pedido credenciales, Nicodemo, en cambio, ve en las señales que realiza Jesús las credenciales de un enviado de Dios. Como representante de un grupo, reconoce que su enfrentamiento con la institución del templo no es un arrebato, sino que su denuncia es válida. Además, su valentía no nace sólo de arrojo personal; un hombre, sin estar apoyado por Dios, no podría atreverse a tanto.
Existen, por tanto, grupos selectos que están con Jesús y en contra de las autoridades del templo.
Las señales a que alude Nicodemo son las mismas mencionadas en 2,23 y que habían provocado la adhesión de muchos. Por parte de Nicodemo hay una doble admisión del carácter divino de los hechos: reconoce, en primer lugar, que la misión de Jesús viene de Dios; en segundo lugar, que Dios acompaña su actividad, que respalda su proceder. De la actuación de Jesús deduce su misión divina. Revela así su descontento con la situación presente.
Sin embargo, al interpretar las señales comete el error de los <<muchos>> mencionados antes (2,23): las lee también como denuncia de la corrupción institucional y promesa de restauración. Nicodemo y los que representa lo consideran el Mesías-maestro, que, inspirándose en la Ley, llevaría a cabo la reforma e instauraría el reinado de Dios enseñando a los israelitas la perfecta observancia de la Ley de Moisés. No perciben en las señales la manifestación del amor que culminará en la cruz. No comprenden el cambio de alianza, señalado por Jesús al anunciar la sustitución del templo; esperan la continuidad con el pasado (1,45b; 2,9b-10 Lects.).
Para el grupo fariseo, la Ley es el camino hacia Dios, su observancia es vida (1,4b Lect.), y toda esperanza de mejora se centra en el conocimiento y fidelidad a la Ley. Ella, como norma, es la educadora del hombre y la que le permite llegar a ser lo que Dios espera de él. El renacimiento de la nación y su prosperidad habían de venir de su aplicación escrupulosa, por reflejar ella la voluntad de Dios. En ella está el porvenir de Israel.
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