sábado, 21 de agosto de 2021

Jn 1,29c

 <<el que va a quitar el pecado del mundo>>.

Estas palabras describen la liberación que va a efectuar Dios por medio de Jesús, cordero del nuevo éxodo. No se habla de <<los pecados de los hombres>> (cf. 1 Jn 1,7; 2,2), lo que podría sugerir un sentido expiatorio, sino de <<el pecado del mundo>>, un pecado único, que oprime a la humanidad entera. Este pecado no ha de ser expiado, sino eliminado (va a quitar).

Hay que notar, en primer lugar, que el pecado del mundo ya existe antes que Jesús comience su actividad; eliminarlo va a ser su misión. En consecuencia, el pecado no se identifica con negar la adhesión a Jesús (16,9 Lect). Negarse a reconocer a Jesús será la consecuencia y la prueba de una actitud de pecado ya existente.

A la luz del prólogo puede definirse cuál es la actitud negativa del mundo calificable de <<pecado>>; es su rechazo de la palabra-vida que interpelaba a la humanidad ya antes de su llegada histórica en Jesús: el mundo no la reconoció (1,10). Por otra parte, se mencionaba también en el prólogo <<la tiniebla>>, el enemigo declarado de la luz-vida, de la obra creadora. <<El pecado>> consiste, por tanto, en oponerse a la vida que Dios comunica, frustrando así su proyecto creador. Dado que el anhelo de vida existe en el hombre por la interpelación del proyecto creador, inserto en su mismo ser, el pecado es siempre una acto voluntario, por el que se reprime ese deseo, en contra de la propia naturaleza.

<<El pecado>> en singular, y el artículo lo determina y lo hace único. Reaparecerá por primera vez en 8,21, también en la relación con <<el mundo>> (8,23: el orden este). En esta sección del cap. 8 se precisa aún el concepto de pecado. El discurso de Jesús allí contenido se desarrolla sobre el trasfondo de la intención de matarlo que abrigan sus adversarios (8,21.28.37.40.44), los que pertenecen al <<mundo/orden este>> (8,23). El propósito de asesinar a Jesús nace de una voluntad de mentira, que rechaza el mensaje propuesto por Jesús de parte del Padre (8,37.38.40.43.45.46.47). Pero esta actitud de las autoridades judías frente a Jesús no es ocasional, se debe al parentesco que las une con el que era asesino desde el principio y nunca ha estado con la verdad (8,44). Es decir, <<los Judíos>> (1,19), en cuanto tales, imitan la conducta del Enemigo; ése es <<el pecado>> (8,21.34), la aceptación del crimen y la mentira adhiriéndose a <<el orden este>>, perteneciendo a <<lo de aquí abajo>> (8,23), es decir, al sistema opresor, ámbito donde reina <<la tiniebla>>, enemiga de la vida (1,5). Jesús viene a librar a la humanidad del dominio de la tiniebla. Este es el punto de partida de su éxodo.

<<El mundo>> tiene en Jn diversas acepciones:

a) En primer lugar, designa la tierra, el lugar donde habita la humanidad (6,14; 11,27).

b) Significa, además, la gente en general, sin connotación ética (todo el mundo, 12,19; 14,27).

c) También, la humanidad creada por Dios y necesitada de salvación, la que, como tal, es objeto del amor del Padre y de la misión del Hijo (3,16.17).

d) Finalmente, la humanidad/los hombres (3,19) que se resisten a la salvación, que rechazan la luz-vida y, después de la llegada de Jesús, rechazan al Hijo (16,8); este <<mundo>> en sentido peyorativo se identifica con el orden político-religioso que se opone a Jesús.

En 1,29, <<el mundo>> tiene la tercera acepción, es la humanidad necesitada de salvación, reducida a la esclavitud por la opresión que sobre ella ejerce <<el orden este>> (8,23) que, además, la engaña, haciéndola aceptar la esclavitud en que vive (8,44; cf. 7,27; 12,34.40).

Por otra parte, la frase: el que va a quitar el pecado del mundo, está en paralelo con: el que va a bautizar con Espíritu Santo (1,33). Este bautismo será el medio para quitarlo. Quitar el pecado del mundo supone, pues, una acción sobre los individuos, dado que el bautismo con Espíritu denota un don personal, no colectivo (cf. 4,14: 7,37-39). La acción del Mesías no va a consistir, por tanto, en acaudillar un combate contra la tiniebla/sistema, sino en dar al hombre la posibilidad de salir de su dominio. Se dibuja ya la alternativa del Mesías; recibir de él el Espíritu significa salir del orden injusto, abandonar <<el mundo>> (17,14.16). Si el pecado consiste en dar la adhesión al sistema opresor, haciéndose esclavo (8,34) y renunciando a la plenitud de vida, la liberación del pecado consistirá en salir de él recibiendo la plenitud de vida (el Espíritu). Jesús va a abrir el camino (6,1 Lect.) que permita al hombre el paso (éxodo, pascua) de la muerte a la vida (5,24), de la tiniebla a la luz (8,12), sacándolo de la opresión (15,19; 17,6) e insertándolo por el <<nuevo nacimiento>> (1,13; 3,3) en el orden <<de arriba>> (8,23).

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