martes, 24 de agosto de 2021

Jn 2,4a

 Jesús le contestó: <<¿Qué nos importa a mí y a ti, mujer?>>.

Las palabras de Jesús quieren infundir ánimo a la madre/Israel e indicarle la necesidad de romper con el pasado. Ella, que juzgaba intolerable la situación, esperaba que el Mesías le pusiera remedio tomando por base la realidad existente (1,45b Lect.). Jesús le hace comprender que aquella alianza ha caducado y no ha de ser revitalizada; su obra no se apoyará en las antiguas instituciones, representa una novedad radical; la alianza fundada en la Ley no quedará integrada en la nueva. Jesús se distanciará constantemente de la Ley mosaica, que, en su boca, será la Ley <<de ellos>>, no la suya (7,19; 8,17; 10,34; 15,25). La madre/Israel que espera en el Mesías, mira aún hacia atrás, pensando que la obra de Jesús está vinculada al pasado; Jesús le explica que no existe tal dependencia. Ni a él ni a ella les toca intervenir en la alianza sin vida. El apelativo <<mujer>>, nunca usado por un hijo dirigiéndose a su madre, podía designar en cambio a una mujer casada o <<esposa>> (Mt 1,20.24; 5,31.32; Mc 10,2; Ap 19,7; 21,9). Jesús lo usará para dirigirse a su madre (2,4a; 19,26), a la samaritana (4,21) y a María Magdalena (20,15). Las tres mujeres desempeñan el papel de esposa, en cuanto figuras de una comunidad de la alianza: la madre, la comunidad-esposa de la alianza antigua que se ha conservado fiel a Dios; la samaritana, la esposa-adúltera (adulterio = idolatría), que vuelve al esposo María Magdalena, la comunidad-esposa de la nuea alianza, que con Jesús formará la nueva pareja primordial en el huerto/jardín.

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