jueves, 26 de agosto de 2021

Jn 2,11

 Esto hizo Jesús como principio de las señales en Caná de Galilea; manifestó su gloria, y sus discípulos le dieron su adhesión.

Este colofón del evangelista anuncia una serie de señales que realizará Jesús. La de Caná es principio, primera de la serie, prototipo y pauta de interpretación de todas las que seguirán.

El tema de la alianza que recorre toda la perícopa termina con la manifestación de la gloria, como en el Sinaí (Ex 24,15.17: <<La gloria del Señor descansaba sobre el monte Sinaí ... La gloria del Señor apareció a los israelitas como fuego voraz sobre la cumbre del monte>>). La gloria del Padre está presente en Jesús con la plenitud de su amor leal (1,14) y ella se manifiesta desde el principio de su actividad, anticipando la manifestación plena que tendrá lugar en <<su hora>> (17,1).

Toda señal que realice será, por tanto, una manifestación de su gloria, y, de hecho, en la última de este día, la resurrección de Lázaro, volverá a mencionarse esta manifestación (11,4.40). La gloria/amor manifestado y experimentado es lo que funda la fe: hasta ahora los discípulos se habían dirigido a él como maestro (1,38.49), es decir, como poseedor y transmisor de una doctrina; ahora dan su adhesión a su persona misma, como presencia de la gloria/amor fiel de Dios.

Su gloria se ha manifestado al anunciar la nueva relación que Dios entabla con el hombre gratuitamente, uniéndolo íntimamente a él y haciéndolo capaz de amar como él, por el Espíritu que purifica al hombre y lo hace hijo de Dios. La fe consiste en reconocer el amor indefectible de Dios, manifestado en Jesús, y responder con la adhesión personal. 

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El episodio de Caná está puesto en relación con la muerte de Jesús por la alusión a <<su hora>> (2,4; cf. 12,23.27s; 17,1). Es por tanto, una promesa de lo que va a suceder en la muerte de Jesús. Será en la cruz donde él se dirija por segunda vez a su madre (19,26), y donde ella, figura del Israel fiel, quedará integrada en la nueva comunidad (19,27 Lect.).

En la cruz tendrá lugar la manifestación plena y definitiva de la gloria/amor, de que dará solemne testimonio el evangelista (19,35). En forma simbólica, la gloria/amor se manifiesta al quedar abierto por la lanzada el interior de Jesús y derramarse sangre (su amor que llega a dar la vida por el hombre) y agua (el Espíritu o amor que él comunica al hombre). Ambos están incluidos en el simbolismo del vino, en correspondencia con la frase del prólogo: de su plenitud todos nosotros hemos recibido un amor que responde a su amor (1,16).

También la alianza nueva se verifica en la cruz, pues allí se promulga el nuevo código, la nueva Escritura de la alianza, cuyo título es el letrero de la cruz; su contenido será Jesús mismo crucificado, expresión suprema del amor de Dios al hombre (19,19-22 Lect.).

La nueva boda aparecerá el día de la nueva creación, con la nueva pareja en el huerto/jardín, Jesús resucitado y María Magdalena, figura de la comunidad en su papel de esposa del Mesías (20,1-18). Desde el anuncio de Juan Bautista (1,15.27.30) hasta la escena de la resurrección, la alianza es figurada con el símbolo nupcial (cf. 12,1ss), por ser más apto para expresar la relación personal que ella inaugura.

Al prefigurar Caná la desaparición de la antigua alianza, prepara los episodios del primer ciclo (2,13 -- 4,46a), que anuncian la sustitución de las instituciones que la concretaban (cf. Los dos ciclos del día del Mesías). Por otra parte, al exponer que la nueva alianza consistirá en la relación de amor entre Dios y el hombre, anuncia el segundo ciclo, en que el amor de Dios, manifestado en las obras de Jesús, va a traducirse en la liberación y nueva vida para el hombre (4,54 Lect.), como resultado del contacto directo con Jesús, la vida. Así puede afirmar el evangelista que Caná no es sólo la primera de las señales de Jesús, sino su principio, su prototipo y origen. Todas van a ser manifestación de ese amor que va a culminar en <<su hora>>.

SÍNTESIS

El episodio de Caná es programático y por eso está en estrecho paralelo con la escena de la cruz, donde Jesús da remate a su obra.

Siguiendo la línea comenzada en el prólogo, que enfocaba el entero evangelio en la perspectiva de la creación (1,3) del hombre, para llevarlo a su plenitud (1,12: hijo de Dios), este episodio se sitúa el sexto día, el de la creación del hombre; inaugura un día simbólico que contendrá toda la actividad de Jesús y cuya hora final será la de su muerte.

La plenitud del hombre (ser hijo de Dios) se realiza en su relación con Dios íntima y sin fractura: la de amor y alegría simbolizados por el vino que ofrece Jesús. La figura de la boda/alianza anuncia, por tanto, la formación de una nueva comunidad, donde la experiencia del amor de Dios producirá la plenitud de vida, causará la alegría, y se ejercerá en la práctica de un amor que corresponde al que Dios le manifiesta.

El obstáculo para la realización del hombre era la Ley. Ella, interponiéndose entre Dios y el hombre y creando en éste una conciencia de indignidad, deformaba la imagen de Dios e impedía la experiencia de su amor. En vez de este Dios que habla desde la Ley para luego pedir cuentas (culpabilidad), Jesús hace presente al Dios que ofrece y comunica su amor gratuitamente.

La fe es la respuesta al amor de Dios manifestado en Jesús, que se traduce en la adhesión personal a él. A lo largo del evangelio se irá exponiendo el contenido de esa adhesión.

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