domingo, 29 de agosto de 2021

Jn 2,21

 Pero él se refería al santuario de su cuerpo.

El cuerpo de Jesús es mencionado de nuevo en 19,31.38.40; 20,12, con ocasión de la sepultura y de la búsqueda por parte de María Magdalena. El cuerpo, por tanto, designa a Jesús, no a la comunidad cristiana; es Jesús en cuanto realidad visible. Ese templo, que ya existe, quedará definitivamente levantado con su resurrección, cuando los hombres pueden beber en él el agua del Espíritu (7,37-39).

El cuerpo, la humanidad de Jesús, es santuario porque contiene la plenitud del Espíritu de Dios (1,32) que lo llevan al don de sí mismo, por el cual comunica el Espíritu (7,37ss; 19,34). Todo hombre, solidario con él en su humanidad (19,31), al recibir el Espíritu, e impulsado por su dinamismo, se vincula a Jesús, dando como él la vida (19,18) para comunicarla, realizando en sí el proyecto de Dios y manifestando su gloria (21,19). Esta solidaridad con Jesús en su muerte por el hombre está expresada en Jn por la necesidad de comer su carne y beber su sangre (6,53).

De su plenitud de gloria/amor leal, recibe la comunidad (1,16); al ser portadora de la gloria (17,22) es, como Jesús, templo de Dios. Lo que se aplica a la comunidad ha de entenderse también de cada miembro de ella en la medida en que se manifieste en él la actividad del amor: uno que me ama, cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él (14,23).

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