<<Tampoco yo sabía quién era, pero si yo he venido a bautizar con agua es para que se manifieste a Israel>>.
Juan había comenzado su misión antes de conocer a Jesús. Sin embargo, su bautismo, es decir, la propuesta de ruptura y de adhesión al Mesías que viene, tenía por objeto que éste, a quien él no conocía, se manifieste a Israel. Juan vivía también de esperanza. Su misión tenía origen divino (1,6.33), pero no sabía quién sería el personaje designado para llevar a cabo la alianza nueva que él anunciaba. Como en los sinópticos, existe un período de espera en la actividad de Juan. Él anunciaba por encargo de Dios, apelando al deseo de liberación que sentía el pueblo, y prometía un liberador, anunciado a él por Dios mismo, pero sin conocer su identidad. Juan comienza con un movimiento que aún no tiene un jefe y declara no serlo él (1,8: No era él la luz).
De hecho, aunque al ver a Jesús lo identifica como Mesías, no ha habido ni habrá en el relato contacto personal entre Juan y Jesús. Son dos figuras independientes. Están relacionados como anuncio y realidad. La única finalidad de su bautismo, convocatoria de los que optan por la vida, era permitir que el que iba a llegar se manifestara a Israel (1,11: vino a su casa); la creación de un ambiente, de una expectativa, era condición para ello. Esta finalidad se identifica con la descrita en el prólogo: de modo que, por él, todos llegasen a creer (1,7). Su bautismo era, por tanto, una señal de adhesión al que llegaba como luz-vida, rompiendo con la situación anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario