miércoles, 25 de agosto de 2021

Jn 2,9b-10

 Llamó al novio el maestresala y le dijo: <<Todo el mundo sirve primero el vino de calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino de calidad lo has tenido guardado hasta ahora>>.

El encargado del banquete se dirige al novio. Su reproche subraya dos casas: la superioridad del vino nuevo y la sorpresa de que el nuevo sea mejor que el antiguo.

El plan de Dios seguía una línea ascendente; el Mesías habría de inaugurar una época incomparablemente superior a la antigua. La verdadera boda, con la alegría pena, va a empezar con Jesús, el verdadero esposo (3,29).

El maestresala, por su parte, reconoce un tiempo presente (hasta ahora) en el que la situación es distinta, pero no lo refiere a la presencia de Jesús ni sospecha el cambio de alianza que prefigura este vino. Protesta contra el orden en que se dan los vinos, le parece irracional; lo de antes debe ser lo mejor. No cae en la cuenta de la progresión del plan de Dios ni entiende que lo mejor puede venir después. Para él, la situación pasada era ya la definitiva; los dirigentes no quieren ni esperan que algo cambie. Ellos, los detentadores del sistema de poder, creen que su régimen no necesita mejora.

Constata que el vino que le ofrecen es de mejor calidad y no se lo explica. No comprende ni por un momento que lo antiguo ha quedado superado. Para él, lo que sucede no es decisivo; toda novedad ha de ser integrada en la continuidad con el pasado; por eso piensa conocer la procedencia del vino, la bodega del esposo (lo has tenido guardado), como si ese vino hubiese estado destinado desde el principio a la boda que él dirige. No comprende que el vino es de otro orden, que anuncia una situación nueva y el fin de la boda presente. No ha reconocido la presencia del Mesías.

La frase lo has tenido guardado hasta ahora contiene otra alusión a la muerte de Jesús. Éste, en quien reside el Espíritu (1,32s), lo entregará solamente <<en su hora>>, como el fruto de su muerte (19,30: entregó el Espíritu). Lo que recibe el maestresala y no comprende ni acepta es sólo una muestra de lo que será realidad en la cruz, el momento en que terminada la obra creadora (19,30: Queda terminado), se inaugure la alianza nueva.

El vino que ofrece Jesús alude indirectamente a la eucaristía. Esta, descrita por Jn con la expresión comer su carne y sangre, será el vehículo del Espíritu que produce en el hombre la vida definitiva (6,54).

Los personajes de la boda

Los datos dispersos en el comentario a propósito de los personajes pueden resumirse así:

La madre de Jesús se contrapone al maestresala. Ella reconoce al Israel que ha reconocido al Mesías; él, a <<los Judíos>>, que no lo esperan ni lo necesitan, y no saben apreciar la novedad del don mesiánico. Israel (la madre) experimenta la carencia y espera el cambio; los dirigentes judíos (el maestresala) se extrañan de que algo pueda cambiar; consideran definitivo el régimen que ellos dominan. Mantienen oficialmente la alianza, pero vacía de contenido. Son responsables de que se haya desvirtuado (1,23 Lect.), dejando de ser expresión del amor de Dios a su pueblo.

Las tinajas (la Ley), colocadas en el centro del episodio, separan las dos categorías de personas y las dos actitudes. La madre, definida por su relación con Jesús, del que es origen, está abierta al futuro, a las promesas de Dios. El maestresala, en cambio, se define por su relación con la boda existente, con un presente encerrado en una tradición sin horizonte de futuro.

Estos dos personajes describen el ambiente en que va a moverse Jesús; por un lado, los israelitas que esperan; por otro, los aferrados a su sistema, que dominan al pueblo. Los primeros reconocerán al Mesías, los segundos serán sus enemigos.

Aparecen, además, los sirvientes, que se ponen a disposición de Jesús y ejecutan su encargo. El término lo usará Jesús para invitar a seguirlo (12,26: el que quiera ayudarme). Incluyendo, pues, a sus discípulos, los sirvientes designan a todos aquellos que se prestan a colaborar en la obra del Mesías.

La madre y el maestresala, figuras-tipo, estarán representados en el evangelio por las multitudes que adoptan ante Jesús actitudes contrarias (cf. 7,25-31).

Entre los personajes que en el relato continúan la figura del maestresala, es decir, entre los que no esperan nada de Jesús, se encuentra <<su gente>> sus hermanos de raza (7,3-9). Por eso, cuando después de Caná baja Jesús a Cafarnaún, aparecerán tres grupos: su madre (= el Israel que espera), su gente (= los adictos al régimen) y los discípulos (=los que desean colaborar con Jesús).

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