Así, cuando se levantó de la muerte se acordaron sus discípulos de que había dicho esto y dieron fe a aquel pasaje y al dicho que había pronunciado Jesús.
Los hechos iluminan las palabras, sin la experiencia no hay entero conocimiento. Ante su muerte y resurrección, los discípulos ya no asociarán directamente la escena del templo con el AT, sino con las palabras de Jesús (había dicho esto) y con su realización. Antes habían interpretado su gesto en coherencia con el pasado (Sal 69,10), como celo por el templo material; cuando resucite, lo comprenderán como pasión/celo por la presencia liberadora de Dios entre los hombres, que lo han llevado hasta la muerte. A la luz de los hechos y de sus palabras verán también hasta qué punto eran verdad las palabras del salmo (me consumirá). Comprenderán entones que él es el nuevo santuario, y la falsedad de su primera interpretación.
Al señalar Jn que los discípulos no comprendieron hasta después de la resurrección de Jesús, avisa al lector sobre el significado de ciertas posturas de discípulos que encontrará en sucesivos pasajes del evangelio. Durante todo el relato seguirá en vigor para ellos la primera interpretación que han dado de este hecho, viendo a Jesús como Mesías que, según la concepción del tiempo, debería instalarse como rey en Jerusalén. Ya había sido preparada esta reacción en 1,45 (Al descrito por Moisés en la Ley, y por los profetas) y 1,49 (tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel). No tendrá nada de extraño el intento de hacerlo rey (6,15).
Coexiste, por tanto, en los discípulos la adhesión a Jesús, nacida de la experiencia de su amor (2,11), con una ideología anterior a la fe, el apego a su tradición. Esta doble lealtad continuará a lo largo de todo el relato. La persistencia en la idea tradicional del Mesías-rey terreno hará que abandonen a Jesús (6,16ss). Aun después de la muestra de amor de éste, que los recupera (6,19-21), la explicación de su programa y del compromiso que exige la fe en él (6,22-59) provocará una profunda crisis en el grupo de discípulos, de los cuales la mayor parte lo abandonará definitivamente (6,60-66). Aun los que optan decididamente por él (6,67-71) no renunciarán a su ideología, como se ve claramente en el caso de Pedro con ocasión del lavado de los pies (13,8-10), por su arrogancia en querer morir por Jesús (13,36-38), en su conato de ataque en el huerto (18,10-11) y en su desánimo ante la detención de Jesús, que lo lleva a negar su identidad de discípulo (18,15-18.25.27).
SÍNTESIS
Desde el prólogo ha aparecido Jesús Mesías como el lugar donde reside la plenitud de la gloria de Dios (1,14.17), por eso Jn comienza la actividad pública mostrando su incompatibilidad con el templo oficial. En aquella ciudadela del régimen judío y usando símbolos (el azote), que declaran su calidad de Mesías, propone abiertamente su intención y hace su denuncia, más con acciones que con palabras. Escoge una ocasión en que la ciudad está llena de peregrinos; quiere que su actuación sea una proclama que alcance a todos los ángulos del país.
Simbólicamente, con la expulsión del ganado, anuncia su propósito de liberar al pueblo de la explotación disfrazada del culto, denuncia el dominio del dinero y acusa a las autoridades religiosas de abusar de los pobres con el comercio de lo sagrado.
Por un lado, da a conocer al pueblo el verdadero carácter de la institución religiosa, preparándolo a aceptar el éxodo que él va a proponer más adelante; por otra, acusa a los dirigentes de haber desvirtuado la misión histórica del templo en beneficio de sus propios intereses.
La reacción de las autoridades es típica; en lugar de abandonar su evidente injusticia, se oponen a Jesús. De todos modos, el templo ha caducado; será la persona de Jesús la que lo sustituya, pues en él está el Padre presente. Dios se relaciona con el hombre dándole vida, no exigiendo muerte; habitará en el hombre mismo, no en edificios.
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