<<Vosotros procedéis de ese padre, que es el Enemigo, y queréis realizar los deseos de vuestro padre>>.
Jesús sigue aplicando su criterio y acorralándolos; su modo de proceder muestra de quién son hijos. Secundan los deseos de su padre, pues lo propio del hijo es hacer lo que al padre le agrada (8,29). Los hijos salen a su padre. Ellos quieren matar a Jesús, luego eso tienen que haberlo aprendido de un padre que sea homicida, y ése es el Enemigo.
En este evangelio se utiliza el término <<enemigo>> (diablo) tres veces: la primera (6,70), Jesús lo aplica a Judas; la segunda, en este pasaje, lo refiere a los dirigentes judíos, de quienes afirma que tienen por padre al <<Enemigo>>; en la tercera (13,2), el evangelista no identifica al <<enemigo>> con Judas, pero lo presenta como inspirador de su traición (el Enemigo había ya inducido a Judas... a entregarlo). El término diabolos, como es sabido, es la traducción griega del hebreo Satan (Satanás), que aparece en 13,27: significa el adversario/enemigo, particularmente en el contexto judicial, pero generalizado más tarde como <<el Enemigo>> del hombre, que procura su ruina.
En este contexto, la mención del Enemigo como padre de los dirigentes judíos se encuentra en relación con la insinuación de idolatría hecha por Jesús, a la que ellos han reaccionado violentamente. El padre de ellos, de quien aprenden su modo de obrar, es el dios a quien sirven, por oposición al Dios verdadero, el Padre de Jesús, que le enseña a llevar a cabo su designio (5,19ss).
La oposición establecida entre los dos padres-dioses en esta segunda y solemne actuación de Jesús en el templo corresponde a la denuncia hecha en la primera, con ocasión de la Pascua que inauguraba su actividad en Judea. Jesús los acusaba allí de haber convertido la casa de su Padre en una casa de negocios (2,16). Ellos habían eliminado del templo la presencia de Dios, sustituyéndola por el interés económico. Este es el dios del templo que los hace idólatras. De ahí que al presentar en el centro mismo de esta sección la mención del Tesoro (8,20), el evangelista estuviera contraponiendo a Jesús, el nuevo santuario (2,17; 7,37-39), y el Tesoro, santuario del templo idolátrico, donde se aloja el dios y padre de los dirigentes. En aquel recinto de culto conviven momentáneamente la presencia del Padre en Jesús y la del Enemigo en el Tesoro. Los judíos han de decidirse por uno o por otro. Al intentar matar a Jesús (8,59) habrán hecho su opción definitiva.
Se comprende ahora por qué Jesús, al proponer su éxodo, es decir, su comunidad alternativa, ponga a prueba a los suyos, representados por Felipe, acerca de su actitud ante el dinero. Su comunidad no debe encontrar en el sistema económico explotador la solución al problema de la subsistencia (6,5ss).
En la misma sección de los panes Jesús calificó a Judas de <<enemigo>> (diablo). Lo expuesto anteriormente aclara el sentido de esta apelación, que se explicita en 12,6: era ladrón.
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