<<Si digo la verdad, ¿por qué razón vosotros no me creéis?>>.
A pesar de todo, ellos no creen la verdad que les propone Jesús. Tienen su propia <<verdad>>, con la que mantienen una coherencia que los llevará a matarlo. Admitir un principio absoluto por encima del bien del hombre lleva inevitablemente a sacrificarlo en aras de ese principio (cf. 19,7). Cuando su admisión se ve como natural, la opresión se hace connatural y lógica. Si, además, el principio se identifica con la voluntad de Dios, esa <<verdad>> hace cómplice de la opresión a Dios mismo. Es la perversión de la idea de Dios, que Jesús denuncia como <<la mentira>>. Dios, el Padre, es el principio de vida; busca incesantemente el bien del hombre (5,17) hasta dar a su Hijo para que el hombre tenga vida (3,16); así lo demostrará Jesús con su muerte.
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