domingo, 2 de julio de 2023

Jn 18,10a

 <<Entonces, Simón Pedro, que llevaba un machete, lo sacó.>>

Simón Pedro va armado, dispuesto a la agresión o a la defensa violenta. No ha comprendido la alternativa de Jesús ni su designio (1,42 Lect.), que no consiste en triunfar dando muerte, sino en entregarse para comunicar vida. Ha dado su adhesión a Jesús (2,11; 6,68s), pero no se despoja de su mentalidad. Ya había mostrado su resistencia en el lavado de los pies (13,8). Está dispuesto a arriesgar su vida para mostrar su amor a Jesús (cf. 13,37; 21,15), pero quiere impedir que Jesús le manifieste el suyo.

No ha superado la tentación de hacerlo rey (6,15; cf. 12,13) y no acepta su muerte (cf. 12,34). Para Pedro, Jesús es el líder a quien se debe lealtad total, y tiene derecho a todo sacrificio de sus súbditos. Del líder se esperan órdenes y hay que dar la vida por él. No acepta al Jesús amigo (15,13s), igual ni servidor (13,13-15 Lects.).

Su amor es osado e individualista (13,37); no se siente miembro del grupo, sino adepto del líder. Está vinculado a él sin ser solidario con sus compañeros. No hace caso de lo que ha dicho: dejad que se marchen éstos. En vez de marcharse, hace frente; no ha aceptado el aviso que le dio Jesús: ¿Qué vas a dar tu vida por mí? Pues sí, te lo aseguro: Antes que el gallo cante me habrás negado tres veces (13,328). Se obstina en su postura. Tomás, el Mellizo, se sentía miembro de un grupo y no pretendía morir por Jesús, sino con él: Vamos también nosotros a morir con él (11,16). No se proponía defenderlo, sino mostrarle su solidaridad.

Pedro, aunque valiente, se muestra poco realista; ante un batallón, saca su machete. Quiere defender a su señor, aunque éste da su vida voluntariamente. Su gesto aparece más vano todavía, dado que Jesús se ha mostrado dueño de la situación. Ha afirmado que, de los suyos, ninguno se ha perdido (18,9), él los ha protegido (17,12). Pero quiere proteger a Jesús.

Lo más grave de su gesto es que no comprende a Jesús y quiere impedir su muerte, que será la máxima manifestación del amor suyo y del Padre, de la que brotará la vida para la humanidad. Está en la situación de los discípulos que desertaron en 6,66, porque veían la muerte como un fracaso (6,62 Lect.). Así la ve Pedro. De hecho, dentro de poco, también él abandonará a Jesús, negando ser discípulo suyo (18,17.25.27).

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