<<Entonces, el batallón, el comandante y los guardias de las autoridades judías prendieron a Jesús, lo ataron>>.
Vuelve a insistir Jn en la complicidad de todos los poderes civiles y religiosos, en la magnitud de la conspiración. Todos los representantes de <<el mundo>> se confabulan y despliegan su fuerza. Aunque sus intereses son muy diversos, ven en Jesús un peligro común. Distintos en la apariencia, en el momento decisivo todos descubren su verdadero y único rostro: son enemigos del hombre y de la vida. El poder es uno mismo, y todos sus detentadores concurren en la muerte de Jesús.
Las palabras lo ataron recuerdan el pasaje de Is 3,9-10 (LXX):<<¡Ay de ellos por haber tomado una decisión malvada contra sí mismos al decir: ´Atemos al justo, porque nos es insoportable´! Pero comerán los frutos de sus obras>>.
Privan a Jesús de su libertad. Desde ahora será conducido de un lugar a otro en manos de sus enemigos. Son los prolegómenos de la muerte.
Aunque Judas se quedó entre los que iban a prender a Jesús, no se le menciona entre los agentes del prendimiento. Ha cumplido su misión. Toma su puesto <<el comandante>>, delegado del poder romano y en la conducción ante Anás (el batallón, el comandante y los guardias): este personaje asume ahora la representación del <<jefe del mundo>> (los círculos de poder).
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