viernes, 28 de julio de 2023

Jn 19,23a

 <<Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su manto y lo hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado>>.

Era costumbre que los ejecutores de la sentencia se repartiesen la ropa del reo. Sobre este dato construye Jn su narración.

No ha señalado el evangelista que hubiesen quitado a Jesús los atributos reales de la burla (19,2.5). Sigue siendo, por tanto, el rey escarnecido, despojado del poder. Son cuatro soldados paganos los que reciben la herencia de Jesús. Jn insiste sobre este hecho: el episodio empieza y termina con la mención de los soldados. Representantes del mundo no judío, muestran dos aspectos diversos: por una parte, como ejecutores del odio del mundo (15,18ss), son los agentes de la muerte de Jesús; por otra, son sus herederos.

Menciona el evangelista en primer lugar el manto de Jesús; el manto posee en el AT varios simbolismos, que Jn utiliza para dar el contenido teológico de la escena.

En primer lugar, es símbolo del reino. Así, en 1 Re 11 30-31, el profeta Ajías, para significar la división del reino a la muerte de Salomón y su repartición entre dos herederos, divide su manto en doce partes: dos de ellas representan el reino de Judá y diez el de Israel.

De modo parecido, en 1 Sam 15,27, la ruptura del manto del profeta, que Saúl quiere retener, simboliza que éste queda despojado del reino.

Jn recoge este simbolismo, pero dándole un sesgo particular. El manto de Jesús, el rey de los judíos (19,19.21 bis), figura del reino. Los soldados cogen el manto y lo dividen en cuatro partes, que ellos se apropian. El antiguo reino, el de los judíos, pasa a ser ahora el reino de los paganos: los paganos quitan a los judíos su rey para hacerlo rey suyo. Los soldados cumplen el gesto profético, expresando la voluntad de Dios de traspasar el reino.

Las cuatro partes en que dividen el manto aluden a los cuatro puntos cardinales y significan la tierra entera. La salvación sale de los judíos (4,22), pero se extiende a toda la humanidad (4,42). Jesús no será ya el rey de los judíos, sino el rey universal; el resto de Israel, que sigue fiel a este rey, habrá de integrarse en la nueva comunidad (19,27).

Al mismo tiempo, la universalidad del reino no significa división: la túnica quedará intacta para señalar la unidad.

Como agentes de la violencia del poder, los soldados crucifican a Jesús; pero es esa sentencia que ellos ejecutan la que permite repartir su ropa. Las comunidades cristianas en el mundo entero serán el fruto de su muerte.

Otro simbolismo que se atribuye al manto en el AT es el de la transmisión del Espíritu profético. Así, en 1 Re 19,20, Elías significa a Eliseo su vocación profética echándole encima su manto. Cuando es arrebatado al cielo, Elías le trasmite su Espíritu dejándole el manto en herencia; llevar el manto de Elías será la señal de estar revestido del mismo Espíritu y continuar su misma misión (2 Re 2,1-15).

El evangelista utiliza el tema del vestido-herencia, pero lo modifica, desdoblándolo en manto y túnica; ambos son símbolos del Espíritu que Jesús comunica con su muerte. Al no ser un solo hombre quien va a recibirlo, sino hombres esparcidos por el mundo entero, necesita expresar que la herencia de Jesús es para todos los pueblos (manto dividido) y, al mismo tiempo, señalar la unidad del Espíritu que reciben (la túnica indivisa).

El manto de Jesús es su vestido exterior. Todos los suyos habrán de llevar este vestido, que los asemejará a él; por él serán reconocidos como discípulos suyos. El vestido igual para todos se convierte en uniforme, distintivo. Enlaza este simbolismo con 13,35: En esto conocerán todos que sois discípulos míos, en que os tenéis amor entre vosotros. Ese amor es la respuesta al impulso del Espíritu. Las comunidades cristianas serán reconocidas por llevar el vestido de un crucificado, es decir, por continuar, con su mismo Espíritu, la misión y entrega del que dio su vida por amor al hombre, a manos de los poderes de este mundo.

En el lavado de los pies, el manto simbolizaba la vida que Jesús entrega voluntariamente (13,4 Lect.) y que recobra (10,17 Lect.). Se expresa también de este modo el dinamismo del Espíritu que anima a sus discípulos en el mundo entero.

Los diversos simbolismos del manto se completan entre sí: el reino de Dios se extiende a la humanidad entera (cf. 3,16) y se realiza por la comunicación de su Espíritu a través de Jesús; los ciudadanos de este reino se reconocerán por la actividad de su amor. En la pluralidad de comunidades serán reconocibles las partes de un mismo manto. Será, pues, el modo de comportarse en medio del mundo el que dará su identidad a los grupos esparcidos por él. El discípulo que no lleve este vestido, es decir, que no se comporte como Jesús, estará desnudo, como lo estará Pedro en 21,7.

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