Pero los Judíos daban gritos diciendo: <<Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey se declara contra el César>>.
Mientras Pilato está dentro con Jesús y se esfuerza por obrar con justicia, se oye el grito amenazador de los jefes judíos. Para forzar la decisión del juez, recurren a la amenaza personal. Hasta ahora la acusación a Jesús había sido religiosa (19,7: se ha hecho hijo de Dios). Ahora la cambian por una acusación política: Jesús es un rebelde contra el emperador, la que ha estado implícita durante todo el proceso.
Pilato tiene ya clara conciencia de que la condena de Jesús serías una flagrante injusticia, pero <<los Judíos>> lo colocan ante un dilema: ser leal con el hombre o con el sistema de poder al que pertenece; una y otra lealtad son inconciliables. Ha de ser amigo de Jesús (15,15) o amigo del César. Se le ofrece la ocasión de optar en favor del hombre, pero ella lo llevaría a perder su posición. Quien está en favor del hombre ha de estar dispuesto a sacrificarlo todo por su bien, incluso la propia vida (12,25); pero quien da su lealtad al poderoso acaba sacrificando al hombre.
Es trágico que <<los Judíos>> recuerden a Pilato su deber para con el poder opresor, y precisamente para exigirle el homicidio de su rey, el que constituía la esperanza de salvación para Israel. Rechazando así la única posibilidad de liberación, que se les ofrecía en Jesús, anuncian ya su opción por el César.
Al presionar a Pilato poniéndolo en una situación límite, que va a determinar su sentencia injusta, cargan también ellos con la responsabilidad del juez.
Los jefes judíos acusan a Jesús de <<hacerse rey>>; antes lo habían acusado de haberse hecho <<hijo de Dios>> (19,7). En realidad él es rey porque es el Hijo de Dios; ha sido el Espíritu el que lo ha consagrado Mesías y su dinamismo el que lo ha guiado en su misión (10,36).
La expresión hacerse rey se opone a la de 6,15: para hacerlo rey, que describía la tentativa rechazada por Jesús. Era aquella la clase de realeza que él no admite, basada en la sumisión voluntaria de los súbditos. <<Ser rey>>, en el sentido de Jesús, es decir, llegar a la total independencia y libertad, no depende de los otros, sino de uno mismo: se realiza por el don de sí, por la colaboración con el Espíritu, que se manifiesta actuando en favor del hombre (10,36-37). La realeza que deseaban los discípulos (6,15) y el pueblo (12,13) los disminuía a ellos para exaltar al rey. La de Jesús da vida abundante a los suyos (10,10s). Con su entrega y su rechazo del poder, Jesús se está haciendo él mismo rey; lo será definitivamente en la cruz, donde su título quedará fijado para siempre.
La frase de los sumos sacerdotes admite un doble sentido: por una parte, ellos pretenden acusar a Jesús de cabecilla político, rebelde contra el poder imperial. Pero el evangelista señala al mismo tiempo que quien, por la entrega de sí mismo, adquiere su libertad e independencia, se declara necesariamente contrario a todo poder opresor, cuyo símbolo supremo es el César romano. De ahí que lo expresado en la frase rebase el caso personal de Jesús: Todo el que se hace rey. Quien está dispuesto a darse por el bien del hombre se pone inevitablemente en contra de los poderes opresores. Se ve así la equivalencia de las expresiones haberse hecho hijo de Dios (19,7) y hacerse rey (19,12). Cada una corresponde a una esfera, pero tienen el mismo contenido: Hijo de Dios o rey es el hombre que realiza en sí el designio divino, entregándose sin límite. Quien así obra es incompatible con el poder religioso, expresado en la Ley (19,7), y con el sistema de gobierno opresor (19,12). Uno y otro lo condenarán a muerte.
SÍNTESIS
Destaca en esta perícopa, por encima de la responsabilidad de Pilato en la muerte de Jesús, la de <<los Judíos>>, que hacen de Pilato instrumento de su odio. Teniendo ante los ojos todos los datos para conocer a Jesús y reconocerlo como Mesías enviado por Dios, en vez de aceptarlo como liberador, lo ven como amenaza para sus propios intereses. De aquí surge la aversión que los ciega y que los hace aliarse con sus mismos opresores en contra de Jesús.
Aparece, por otra parte, el dilema de Pilato, el hombre integrado en el sistema de poder: o pone en peligro su posición o sacrifica al hombre. Por ser miembro de la estructura de injusticia, acaba sacrificando al hombre, aun en contra de su propia convicción, para mantenerse en su cargo.
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