jueves, 27 de julio de 2023

Jn 19,22

 Replicó Pilato: <<Lo que he escrito, escrito lo dejo>>.

Otra vez se contraponen los jefes judíos y Pilato, y éste aparece en mejor luz que aquéllos, porque, para Jn, el pecado más grave es adulterar la idea de Dios y hacerlo cómplice de la opresión (19,11a Lect.).

La frase de Pilato tiene tono de oráculo: lo escrito es definitivo, queda fijado y no se puede cambiar. Este carácter indeleble (10,35) asimila la proclamación de la realeza de Jesús a la antigua Escritura; Jesús crucificado por amor al hombre y así proclamado en todas las lenguas es el cumplimiento de las promesas mesiánicas y la Escritura definitiva.

La Escritura daba testimonio de él; ahora se cumple su contenido y cesa su papel. Para el futuro, no hay más libro que éste. De ahí la insistencia del evangelista en el verbo escribir (19,19: escribió, estaba escrito; 19,20: estaba escrito en hebreo, etc.; 19,21: No dejes escrito; 19,22: Lo que he escrito, escrito lo dejo).

La Escritura contenía las cláusulas de la alianza, que establecían una relación bilateral: Dios se comprometía a ayudar al pueblo, y éste a ser fiel a su Dios, su Soberano.

Jesús es el nuevo código de la alianza. Pero éste no enuncia preceptos que expliciten la voluntad soberana de Dios. El letrero o título de la cruz anuncia que su contenido es Jesús mismo crucificado. El designio de Dios no consiste en imponerse al hombre, sino en encontrarse con él para darle vida definitiva (6,38-40).

La Escritura nueva no es un enunciado, sino una persona que revela una presencia: la del Padre que manifiesta su amor hasta el extremo. Así, Jesús en la cruz enseña lo que es Dios y, al mismo tiempo, lo que es el hombre, cuya máxima realización queda visible en él.

Esta Escritura-persona es normativa; no es, sin embargo, mandamiento externo que se prescribe, sino presencia que contiene y comunica el Espíritu. Éste identifica con Jesús, confiere su misión y hace recorrer su camino. Tal es la única cláusula de la alianza (13,34; 15,12s): lo que Dios pide al hombre es que sea como él, y lo que es él queda expresado en el libro de la cruz. Así se realiza el objetivo de la alianza: Yo seré tu Dios, y tú serás mi pueblo (Jr 31,33) o, expresado en categorías de Jn: para que todos sean uno (17,21-23).

No existe una Ley intermediaria entre Jesús-código y el hombre; la adhesión a Jesús-norma se realiza por el amor personal a él (14,15: Si me amáis cumpliréis los mandamientos míos). Por eso la alianza queda absorbida por el símbolo nupcial (2,1ss; 12,2s20,1.11ss; cf. Jr 31,33; Ez 36,25-27).

SÍNTESIS

El Mesías prometido al pueblo judíos, el realizador de las promesas, se manifiesta en la cruz como el salvador universal. En él se realiza la nueva alianza de Dios con la humanidad, cuyo código es Jesús mismo. Él es la Escritura nueva, que contiene la definición esencial de Dios-amor y del hombre, proyecto de su amor y respuesta a él. La relación del hombre con Dios no se hace ya a través de textos escritos, sino a través del amor personal a este Hombre-Dios crucificado. Su condición humana y su muerte por el hombre lo ponen por encima de todo condicionamiento cultural. La esencialidad de esta Escritura, donde aparece el hombre como expresión de Dios, la hace patrimonio común de la humanidad entera, por encima de todo particularismo. Todo hombre puede leerla; el lenguaje de este amor es universal.

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