sábado, 29 de julio de 2023

Jn 19,30b

 <<y, reclinando la cabeza, entregó el Espíritu>>.

La frase reclinando la cabeza indica que Jesús se duerme, según la metáfora que él mismo había usado con Lázaro (11,11-13). Es una muerte que no interrumpe la vida; el símbolo es paralelo al de la sepultura en el huerto (19,41 Lect.). Lo que para los espectadores aparecerá como una muerte definitiva (19,33) es en realidad un sueño. El gesto espontáneo muestra la voluntariedad de su muerte, que no se menciona de otro modo.

Pero este gesto está subordinado a la entrega del Espíritu: Jesús no muere por morir, sino para salvar al hombre; para completar su obra tenía que demostrar su amor hasta el final. Ese amor extremo rompe, por así decir, los límites de la humanidad de Jesús y lo convierte en dador de vida, como el Padre. El Espíritu, que él había recibido del cielo (1,32s), puede entregarlo ahora y comunicarlo a los hombres. Es el Dios engendrado (1,18; 20,28).

El Espíritu que Jesús entrega es el fundamento de la nueva alianza; él realiza el reino universal (19,232 Lect.) y constituye el nuevo pueblo (19,25-27). Anunciado en Caná bajo la figura del vino (2,9 lect.), se ofrece ahora a la humanidad entera. El Espíritu, que completará la creación del hombre (3,6 Lect.), dándole la capacidad de amar como Jesús (13,34; 15,12), formará la humanidad nueva, el pueblo de la nueva alianza. En la entrega del Espíritu se unen así los dos temas: el de la creación y el de la alianza-Pascua. En contraste con Moisés, dador de la Ley, Jesús Mesías comunica el Espíritu, el amor leal (1,17).

El Hombre ha sido levantado en alto, como señal de vida en medio del campo de muerte; los que lo hagan objeto de su adhesión recibirán la vida definitiva (3,14s). Ésta es la gran prueba del amor de Dios que ofrece a todos la salvación; los hombres tendrán que optar ante esta luz (3,16-21).

SÍNTESIS

En la muerte de Jesús culmina la realización del proyecto de Dios sobre el hombre. El Hombre, transformado por el Espíritu de Dios y que ha respondido hasta el final a su dinamismo de amor, es aquel que es capaz de entregarse voluntariamente por amor a los demás y que vence el odio extendiendo su amor hasta el último momento a los mismos enemigos que le dan muerte. Es así como se convierte en fuente de vida.

Esta generosidad absoluta, que ama hasta el final sin exigir ser correspondido, es la que hace al hombre igual a Dios, que es amor fiel, gratuito y generoso. Al desarrollar el Hombre su entera capacidad de amar comienza el mundo definitivo, el estadio final de la humanidad.

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