<<Salió entonces el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote; se lo dijo a la portera y condujo a Pedro dentro>>.
El otro discípulo, representante de la comunidad fiel, va a ofrecer a Pedro la oportunidad de declararse discípulo y poder seguir a Jesús en su entrega y muerte. Su libertad de movimientos en este ambiente hostil sigue ilustrando el dicho de Jesús sobre el desprecio del peligro (12,25). Es libre porque no tiene miedo a morir.
Aparece la figura de <<la portera>>, en paralelo con <<el portero>> (hê/ho thurôros) que abría al que entraba en el atrio (10,3), reconociendo su derecho. El otro discípulo, como Jesús, ha entrado porque lo tenía; no entra para robar y destruir, sino para salvar y dar vida (10,1s.3s.10). Ahora es él quien persuade a la portera de que deje entrar a Pedro.
Pedro no entra espontáneamente, se deja conducir, como la primera vez, cuando Andrés lo condujo a Jesús (1,42 Lect.). Aunque es llevado dentro, no ha dado el paso, sigue en su postura. Así lo indica también el uso del mero sobrenombre (condujo a Pedro).
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