sábado, 1 de julio de 2023

Jn 18,2

 <<(También Judas, el que lo entregaba, conocía el lugar, porque muchas veces se había reunido allí Jesús con sus discípulos)>>.

Este huerto, fuera de los límites de la ciudad, era lugar habitual de reunión para Jesús y los suyos, grupo que no se asimilaba a la sociedad. Esto concuerda con la imagen de Jesús en Jn: para las autoridades es un sospechoso (4,1), al que han querido detener (7,30.32.44.45) y quieren matar (5,18; 7,1.25; 8,37.40.59; 10,31; 11,8.53), que se ha retirado ya varias veces (4,3; 7,1; 10,40; 11,54; 12,36). El huerto era un lugar de reunión privado y clandestino. Para poder localizar a Jesús, los dirigentes tienen que esperar la delación de un miembro de su grupo.

Nunca se ha mencionado en este evangelio, ni siquiera en la cena, un lugar concreto donde habitase Jesús ni se reuniese con sus discípulos; tampoco se menciona casa alguna que sea su morada. El lugar donde habitaba, que vieron los dos primeros discípulos (1,38s), significaba la esfera del Espíritu y de la vida. El huerto, lugar de las reuniones, es un símbolo equivalente. Más allá del torrente, es decir, fuera de la institución judía, aparece como el lugar propio de la comunidad que, unida a Jesús, se encuentra en el ámbito de la vida, fuera de la tiniebla-muerte. La idea está reforzada por uso del término <<el lugar>> (ho topos), que, en oposición al templo (4,20; 5,13), denota a Jesús como lugar de la presencia de Dios y de su gloria (6,10 Lect.; cf. 2,19.21).

La comunidad cristiana vive y muere, pues, con Jesús en el lugar de la vida; es decir, para ella no hay muerte, porque según la afirmación de Jesús: Quien cumpla mi mensaje no sabrá nunca lo que es morir (8,51; cf. 11,25-26).

La precisión de Jn: muchas veces, subraya la frecuencia y, al mismo tiempo, indica la alternancia entre la vida privada de la comunidad y la labor externa de Jesús.

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Jn 21,24-25

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