Los dirigentes judíos no creyeron que aquél había sido ciego y había llegado a ver hasta que no llamaron a los padres del que había conseguido la vista y les preguntaron: <<¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?>>.
Los fariseos son llamados ahora con una denominación más genérica: Los dirigentes judíos (<<los Judíos>>). Señala así Jn la complicidad de los fariseos con el orden injusto; son gente del régimen y en él ejercen influjo. Ya había aparecido su connivencia con los sumos sacerdotes en contra de Jesús (7,32.45).
Ante el insoluble dilema se refugian en la incredulidad. No quieren ver el hecho, porque contrasta con sus convicciones y derriba su sistema teológico. La ideología los ciega. Ésta, constituida en prejuicio y privilegio, es para ellos indiscutible; atrincherados en ella, deforman o niegan la misma realidad. Llaman a los padres del antes ciego para descubrir si hay fraude. Estas personas no habían tenido culpa de la ceguera de su hijo (9,3); son gente sometida, que tampoco ha conocido la libertad. De hecho tienen miedo a los dirigentes (cf. 7,13), viven en las tinieblas. La pregunta que les hacen es doble: en primer lugar, si es verdad que nació ciego y, en caso afirmativo, cómo ha obtenido la vista. El hecho es tan evidente que condena su actitud frente a Jesús, y esto les crea una profunda angustia. Acuden a los padres con la oculta esperanza de que el hecho no sea real, pero no harán más que confirmarlo. Tendrán que recurrir entonces, para defenderse de su propia incoherencia, a un a priori teológico que justifique su postura.
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