Les replicó el hombre: <<Pues eso es lo raro, que vosotros no sepáis de dónde procede, cuando me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que lo respeta y realiza su designio a ése lo escucha. Jamás se ha oído decir que nadie haya abierto los ojos a uno que nació ciego; si éste no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada>>.
El hombre ridiculiza el argumento de los dirigentes. Les propone un criterio muy simple para salir de la dificultad. Usando una teología admitida por todos (sabemos), concluye que Dios no puede conceder a un descreído realizar una obra tan extraordinaria. La conclusión es obvia; si éste no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. Jn, por boca del ciego, está describiendo a la letra la actividad de Jesús: realizar el designio del que lo envió (4,34; 6,38). Los dirigentes, en cambio, se oponen a él; por eso no pueden percibir la verdad del mensaje de Jesús (7,17).
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