Algunos de los fariseos comentaban: <<Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no guarda el día de descanso>>.
La respuesta del ciego produce división entre los fariseos. El primer grupo toma por único criterio de juicio la observancia de la Ley. Quien la observa está con Dios, quien la viola no puede venir de Dios. Ella es la norma indiscutible que regula la relación con Dios y traza la línea discriminatoria entre los que le agradan y los que son rechazados por él. El Dios de ellos no se interesa por el hombre que sufre o está inutilizado: para él, lo inviolable, el valor supremo, es la Ley (cf. 5,10.22-23 Lects.). La Ley impersonal, como un muro, oculta el amor de Dios y le impide manifestarse (2,6).
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