domingo, 14 de agosto de 2022

Jn 9,1-3

 Contestó Jesús: <<Ni había pecado él ni tampoco sus padres, pero así se manifestarán en él las obras de Dios>>.

Este ciego de nacimiento no tiene experiencia ni esperanza de la luz, y esto sin culpa personal ni heredada. Pero la ceguera del hombre tiene también sentido simbólico, como aparece por el significado de <<luz>> en 9,5 y por la aplicación que se hará del término <<ceguera>> en 9,40s. La falta de luz se debe a la acción de la tiniebla (1,5). Este hombre representa, por tanto, a los que desde siempre (ni él ni sus padres) han vivido sometidos a la opresión, sin noción de que podían salir de ella, por no conocer alternativa. No sabía siquiera lo que es la luz. Ni él ni sus padres tenían pecado. Son otros los culpables de su ceguera (9,41).

Sus padres le han transmitido su propia condición de <<carne>> (3,6: de la carne nace carne), cuya debilidad ha hecho posible la opresión en que viven.

Jesús ve en la ceguera una ocasión de que se manifieste en este hombre la actividad de Dios. Afirma que no es un castigo, y que Dios o es indiferente ante el mal; él quiere que el hombre salga de su miseria y le ayuda a ello.

El ciego es un muerto en vida, como el inválido de 5,5ss; otro caso particular del pueblo abandonado por los dirigentes (la Ovejera, 5,2). El inválido llevaba enfermo casi toda su vida (5,5: treinta y ocho años); el ciego, en cambio, nunca ha conocido la luz/vida (cf. 1,4; 9,1: ciego de nacimiento). Aquél aún tenía esperanza, aunque fuese la del agua engañosa (5,7). Éste no espera curación. En él va a mostrarse lo que hace Dios con los que han nacido y siguen privados de su condición humana. Como aquel hombre deseaba la salud, Jesús se la ofreció (5,6). A éste no puede ofrecérsela, porque no sabe lo que es; tiene que mostrársela antes para hacerlo capaz de desearla.

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Jn 21,24-25

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