Fue, se lavó y volvió con vista.
El hombre siguió las instrucciones y obtuvo la vista. El ciego ha alcanzado su integridad humana. Su fe ha consistido en fiarse de Jesús, y la ha expresado yendo a la piscina. Las obras de Dios (9,3s) hacen al hombre. Ha visto la luz, no a través de una enseñanza, sino a través de la acción.
El hombre se ha lavado, como Jesús le había dicho. Este acto no tiene aquí valor de purificación, pues ni él ni sus padres habían pecado (9,3). <<Lavarse>> indica, por tanto, la aceptación del agua del Enviado, el Espíritu, el amor que se manifiesta.
El resultado de la acción de Jesús y de la aceptación por parte del ciego tiene como efecto la visión (volvió con vista). El cambio expresado en estos términos consiste en la capacidad de ver/conocer lo que es el hombre y el mundo. Ha sido producida por el contacto con el barro de Jesús, aceptado por él, es decir, por la percepción del proyecto de Dios sobre el hombre y la adhesión a él. Equivale a un don de sabiduría que le permitirá distinguir los verdaderos valores de los falsos (cf. 9,13ss). Le ha sido comunicada no por una doctrina, sino por una percepción vital de lo que es el hombre. Él sabe ahora, en sí mismo, qué significa serlo. Esta experiencia orientará en adelante su actuación.
Como ya se ha apuntado (9,5 Lect.), dar vista a los ciegos era uno de los signos propios de la salvación definitiva, anunciada por los profetas, como símbolo de la liberación de la tiranía. Así, Is 29,18ss: <<Aquel día oirán los sordos las palabras del libro, sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos, los oprimidos volverán a festejar al Señor y los pobres se alegrarán con el Santo de Israel, porque no quedarán tiranos ...>>; 35,5.10: <<Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán ... y volverán ... los rescatados del Señor>>; 42,6-7 (del Siervo de Dios): <<Yo, el Señor, te he llamado ... te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas>>; 49,6.9a: <<Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra ... para decir a los cautivos: ´Salid´; a los que están en tinieblas: ´Venid a la luz´>>.
Las tinieblas se desvanecen ante la revelación de Dios, Is 60,1: <<¡Levántate, brilla (Jerusalén), que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos; pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti y acudirán los pueblos a tu luz>>.
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