Unos decían: <<Él mismo>>. Otros, en cambio: <<No, pero se le parece>>.
La gente, para identificarlo, no lo ha llamado <<el ciego>>, sino el mendigo sentado; lo ha descrito por su inactividad y dependencia, consecuencias de su ceguera. La duda sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu; siendo el mismo, es otro. Es la diferencia entre el hombre sin iniciativa ni libertad y el hombre libre.
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