Jesús entonces les dijo: <<Cuando levantéis en alto a este Hombre, entonces comprenderéis que yo soy lo que soy y que no hago nada por mí, sino que propongo exactamente lo que me ha enseñado el Padre>>.
Jesús es <<el Hombre>>, es decir, el hombre acabado, Hijo de Dios, el modelo de hombre, que ellos no aceptan. Cuando lo crucifiquen, se darán cuenta de que es el Mesías enviado por Dios y de que su actividad corresponde a su misión. Su oposición a la injusticia la ha aprendido de Dios, y su muerte será la prueba definitiva de su misión divina. Ella demostrará su plena coherencia, la de un amor que llega hasta dar la vida por el hombre (1,14; 10,17s; 14,31; 15,13).
Levantar en alto tiene el doble sentido de muerte y de exaltación; al matarlo, harán que se manifieste su gloria, es decir, en su muerte brillará la plenitud y la fidelidad de su amor. Para ellos, levantarlo en alto significará destruirlo; pero, sin saberlo, van a ser instrumentos de su exaltación. Cuando crean haberlo suprimido, se darán cuenta de que surge la nueva fuerza. Su muerte será un signo de vida, al que acudirán de todo el mundo los hijos dispersos (11,52). Ellos mismos van a ser testigos.
Del Hombre levantado en alto manará el Espíritu (3,14s), que permitirá salir de la esfera de la muerte (8,23: lo de abajo) y pasar a la vida (arriba) donde está Jesús.
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