<<Además, el que me mandó está conmigo, no me ha dejado solo; la prueba es que yo hago siempre lo que le agrada a él>>.
Ante la oposición que sufre y el riesgo que corre, Jesús no se acobarda, porque no está solo. El Padre lo acompaña y lo apoya. La misión recibida no significa un encargo extrínseco, sino una cooperación. La prueba de esta presencia de Dios en él es que Jesús no se desvía del designio del Padre (5,30; 6,38), que su vida presenta la máxima coherencia. SI el Padre es Dios por el hombre, ésa es la actividad de Jesús (5,17).
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