domingo, 7 de agosto de 2022

Jn 8,22

 Los judíos del régimen comentaban: <<¿Irá a suicidarse, y por eso dice ´Adonde yo me marcho, vosotros no sois capaces de venir´?>>.

Los dirigentes comentan la frase de Jesús. Por segunda vez se sienten intrigados, pero no ya inquietos (7,35s). Su comentario es irónico. Ellos, que quieren matarlo (7,1.19.25), piensan ahora que Jesús querrá quizá matarse él mismo. De una manera o de otra, no abandonan la idea de su muerte.

Han intentado legitimar su odio (5,16-18), pero éste no ha cesado. Su tradición y su Ley, manejadas desde el rencor (7,51s), sólo han encubierto su verdadero sentimiento. Jesús habla de marcharse, acentuando su propia iniciativa, la voluntariedad de su gesto. Es él quien va a dar su vida (10,17-18) por sus ovejas (10,11.15), por sus amigos, como señal extrema de amor (15,13). Ellos, incapaces de amar, no ven en ella más que el fin, la destrucción. No pueden entender que muerte pueda significar donación de la vida y que ésta, dada así, no se destruya, sino que se conserve para siempre (12,25). Cuando creen adivinar que Jesús habla de su muerte, sólo se les ocurre pensar en el suicidio. Para ellos, aceptar la muerte equivale a suicidarse. No comprenden el don de la propia vida, porque buscan únicamente su propio interés.

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