Entonces le preguntaron: <<Tú, ¿quién eres?>>.
La pregunta repite exactamente la hecha a Juan Bautista por la comisión investigadora, a la que él contestó: Yo no soy el Mesías (1,19s). Parece innecesaria después de las repetidas declaraciones de Jesús (7,28.37s; 8,12) y de la que acaba de hacer (8,24), pero, en realidad, no pueden comprenderlas, porque ellos, <<los de abajo>>, no pueden entender al que pertenece a la esfera <<de arriba>>. Son sordos a la voz del Espíritu (3,8), no pueden reconocerla. Sus presupuestos (8,14s) y la figura del Mesías que han creado (87,27) no son más que la realización de su pertenencia a la esfera de la muerte. Jesús, que no pretende el poder ni presenta reivindicaciones personales, no corresponde a su concepción. Aparece a sus ojos sólo como un violador de la Ley (5,18; 7,23), y sus palabras siguen siendo para ellos un enigma.
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